Mario Espinoza Pino nos introduce con cuidado y equilibrio en los problemas de un dispositivo de participación. Finalmente se pregunta qué podía haber mejorado y cómo la introducción del mecanismo del sorteo. Para nuestro I+D, uno de cuyos retos es reintroducir el debate de un problema básico de la filosofía política clásica (el del sorteo y la democracia), aportaciones como esta resultan fundamentales.
“Plaza
España”, una excusa para dialogar sobre participación ciudadana
en los proyectos urbanos.
IX
Encuentro de
Arquitecturas
Colectivas
"Herramientas
para una ciudad en abierto"
Madrid,
11-18 septiembre de 2016
El
pasado día 15 de septiembre, el Instituto
para la democracia y el municipalismo intervino en una discusión
colectiva sobre el proceso
de participación de Plaza de España en el marco del evento
"Herramientas para una ciudad en abierto", organizado por
Arquitecturas
Colectivas (Urbanas
Mad).
Se trataba de dinamizar un debate crítico sobre el proyecto
impulsado por el Ayuntamiento
en
el centro de Madrid, promovido por la concejalía de urbanismo con el
apoyo del área de participación de Ahora
Madrid.
Un proyecto no exento de polémica. Los tres informes que sirvieron
de referencia para el taller fueron compartidos previamente on
line
por los organizadores; los adjuntamos a continuación:
- Dispositivos de participación ciudadana en los procesos de planificación-gestión: Propuesta de metodología participativa desde una revisión del caso Plaza de España, elaborado por Paula Cid Sanz y Samir Awad-Nuñez
- Papeles003. Procesos de Participación: el caso "Plaza de España" en Madrid, elaborado por Raquel Rodríguez, Diana Valdemarín y Mario Espinoza (Instituto DM).
- Aproximación a la relación entre género y espacio público: el caso de Plaza de España en Madrid, elaborado por Elena Martínez Goytre y Paula González Azcárate (Latitud 40º).
Antes de abordar el
contenido del taller y sus discusiones, resulta importante destacar
la ausencia del ayuntamiento de Madrid en el encuentro. La
organización del evento -a nuestro juicio con muy buen criterio-
había invitado a las concejalías promotoras del proyecto de
participación, de manera que el debate pudiera darse entre todas las
partes: la institución, los "especialistas", los
colectivos presentes y la ciudadanía en general. Aunque la
asistencia del consistorio estaba confirmada, éste finalmente no se
personó en el taller por "motivos de agenda", dejando una
conversación que se pretendía coral sin uno de sus interlocutores
principales. Los frutos del laboratorio hubiesen sido más ricos si
la institución hubiese participado, ayudando así a esclarecer un
proceso con varios puntos ciegos y contradicciones. No pudo ser. Más
allá de esta ausencia -de la que debe quedar constancia-, puede
decirse que los informes y la discusión posterior pusieron en
cuestión tanto el carácter participativo del proceso como la
idoneidad del ámbito donde este decidió llevarse a cabo: la Plaza
de España.
Si bien los
diangósticos presentados partían de diferentes premisas teóricas,
tal y como puede verse en los informes anexados -que incluyen desde
la teoría foucaultiana de los dispositivos hasta el género
como vector analítico básico del espacio urbano-, sus resultados
terminaron por revelarse convergentes y complementarios. Desde el
Instituto para la democracia y el municipalismo intentamos
sintetizar -a grandes rasgos- el contenido del informe sobre Plaza de
España, focalizando la presentación en cuatro ejes para alimentar
la discusión:
- Un análisis de los antecedentes del contexto urbano que acogía la intervención participativa, lo que obligaba a realizar un relato histórico del área y mostrar las líneas de continuidad entre el modelo urbanístico del anterior consistorio y el actual en torno al "modelo de ciudad" (Págs. 4-5 del informe).
- Una evaluación expecífica del proceso de participación, de sus contradicciones y límites, es decir, un examen crítico de sus convocatorias presenciales, de las dinámicas implementadas y las herramientas escogidas para construir el proceso participativo: flujo y calidad de la información, criterios, conflictos, tipología de la encuesta propuesta para orientar la intervención, explotación de datos, etc. (Págs. 6 – 37 del informe)
- Una crítica política al proceso, exponiendo -como contramodelo- aquello que podría ser una participación "sustantiva" en términos de deliberación, redistribución del poder y capacidad de la ciudadanía para intervenir en los asuntos públicos. En este sentido, se incidió también en cómo la participación puede servir para legitimar proyectos políticos de gobiernos anteriores, provocando múltiples paradojas dentro de una nueva política que pretendía -al menos en el papel- revertir la polarización social en el espacio urbano y romper con el modelo de "ciudad neoliberal" -desigual, gentrificador y turistificador- (Págs. 38-42 del informe).
- Finalmente se esbozaron algunas propuestas basadas en el informe que obtuvieron el feedback del foro.
Relatoría de la
discusión
Como señalábamos
más arriba, la discusión colectiva puso en cuestión el proceso de
participación y el espacio de intervención elegido para la misma.
Las razones que se adujeron fueron diversas, pero sobre todo se
presentaron argumentos políticos, sociales y técnicos. Ya
que las líneas críticas que orientaron las presentaciones están
disponibles en los informes, conviene sintetizar los ejes que
plantearon mayores problemas y las conclusiones más destacables del
debate. Las conversaciones del laboratorio se concentraron en torno
al "Modelo de Ciudad" de Ahora Madrid, los déficits en el
diseño participativo propuesto por la concejalía de participación
-lo que abrió una discusión plural sobre qué sentido tiene
participar y quiénes participan- y una batería de propuestas que
salieron de la discusión colectiva.
Respecto a la cuestión
del modelo de ciudad de Ahora Madrid, fueron varias las opiniones que
situaron la intervención urbanística en clara línea de continuidad
con las políticas del antiguo gobierno municipal. Si bien se
intentaba justificar la intervención en un espacio central de la
ciudad apelando a su "degradación", esa decisión política
-pues es una decisión del área de urbanismo- pasaba por encima de
las líneas básicas del programa
electoral de Ahora Madrid (Especialmente "Área 4: Ciudad
cercana, cohesionada y habitable"). ¿Por qué intervenir en
Plaza de España y no en un distrito periférico? ¿Por qué no
afrontar las necesidades de zonas socialmente castigadas que
requieren planes integrales de rehabilitación, regeneración y
equipamientos? Un proyecto de participación en áreas periféricas
hubiese servido, entre otras cosas, para potenciar relaciones
comunitarias allí donde existe un mayor grado de fragmentación
social. Se suponía que el nuevo gobierno confrontaría las lógicas
polarizadoras que han estructurado la gran metrópoli durante casi
dos décadas, pero el contraste entre el programa y la praxis parece
decir -al menos en este caso- lo contrario.
Por otra parte, que se
abra un proceso participativo para implementar un proyecto heredado
-con efectos más que previsibles en el entorno- no tiene por qué
significar algo positivo per se. Sobre todo cuando tiene un
claro carácter dirigista: es un proyecto implementado desde
la institución, es decir, no responde en primera instancia a las
necesidades de las vecinas y vecinos del territorio -no se basa en
sondeos previos, se busca la participación para avalar una operación
en el área de Plaza de España-. Si se hubiese elaborado un
diagnóstico integral del espacio urbano y sus tendencias, sin
descuidar variables económicas de calado fundamental, como la
situación del Edificio España, probablemente la justificación del
proceso de participación y la futura intervención hubiesen sido
mucho más complicadas. ¿En qué sentido? A nadie se le escapa que
el Edificio España es hoy un espacio en disputa por diferentes
inversores que buscan maximizar sus beneficios. Desde la óptica de
la economía política del espacio urbano, la transformación del
entorno junto con las nuevas inversiones valorizarán el territorio,
generando procesos de expulsión y una mercantilización todavía
mayor del mismo. Valorizar el territorio en sentido económico y
generar branding -una nueva Plaza de España remodelada con la
que atraer inversiones- no deberían ser los objetivos un consistorio
que pone en el centro combatir la desigualdad social. De hecho, ello
no hace sino redundar en el modelo productivo tradicional del país:
un modelo basado en el turismo y el circuito secundario de
acumulación del capital que, como vemos, parece estar
reactivándose dentro de la ciudad consolidada.
Desde el punto de vista
del proceso de participación, se señalaron los conflictos
existentes en las mesas de deliberación inicial, algo que llevó a
varias asociaciones -alguna de ellas presente en el foro- a romper
con el proyecto. A lo largo del debate, tal y como refleja el informe
de Paula Cid y Samir Awad, se puso el acento en la incapacidad del
ayuntamiento para generar mecanismos de mediación y resolver las
demandas de los colectivos participantes. Algunas de estas demandas
se referían a la calidad de la información -informes abstrusos y
falta de diagnósticos-, otras a la falta de transparencia (se exigía
conocer en detalle la motivación económica y política de la
intervención, las fuentes de financiación y, en definitiva, qué
modelo de ciudad se buscaba con la dinámica propuesta). La ruptura
se produjo porque muchos de los agentes participantes no se se
sentían cualificados para construir una encuesta vinculante, ya que
entendían que no poseían información suficiente para ello. A
nuestro juicio, un hecho tan grave debería haber obligado a
replantear todo el proceso y buscar alternativas que permitiesen
paliar los déficits.
De otra parte, se
críticó que un cuestionario -máxime cuando es lineal y no tiene
circulaciones alternativas- pudiera ser entendido como una verdadera
herramienta de participación. Su diseño, además de sesgado,
presentaba pérdidas sensibles de muestra en muchas de las preguntas,
generadas -con toda probabilidad- por lo difuso y equívoco de su
redacción. Uno de los consensos compartidos por todo el foro fue la
crítica al privilegio de los medios on line en la toma de
decisiones. Los efectos del predominio del click fueron
patentes: una nítida brecha generacional entre las personas que
participaron. Los tramos de edad entre los 22 y los 44 años
concentraban los mayores índices de participación, mientras que a
partir de los 60 años ésta decaía con fuerza. Por otro lado, el
proceso pone de relieve una brecha de género notoria cuyo origen no
puede explicarse con claridad: una sub-representación de la
población femenina del 39% vs. 53% en el conjunto de la población
madrileña. Elena Martínez Goytre y Paula González Azcárate, cuyo
informe partía de una lectura del espacio urbano y del proceso de
participación desde la perspectiva de género, no dejaron de señalar
que este fue otro de los puntos flacos del proceso. Ni el área de
Igualdad participó en el proyecto ni se dotaron las sesiones
deliberativas de especialistas en la materia. Tampoco se invitó
activamente a colectivos feministas. El cuestionario no asumía en
ninguna pregunta unos mínimos de sensibilidad con la cuestión de
género. Quizá la suma de todos estos factores pueda explicar parte
de la brecha final.
No vamos a extendernos
sobre los problemas del muestreo, tampoco respecto de la problemática
recogida de datos vía teléfónica promovida desde el ayuntamiento
-vía que no aplicaba en las llamadas el cuestionario completo-. Hay
un análisis pormenorizado en el informe del Instituto DM realizado
por Diana Valdemarín (Págs. 6 – 37). Los resultados del mismo son
francamente negativos respecto al proceso, la explotación de los
datos, la confección del cuestionario y los objetivos que el
ayuntamiento trataba de lograr con el proceso participativo.
Respecto al debate sobre
la participación, algunas opiniones sostenían que la apertura de un
proceso participativo era algo que por sí mismo había que poner en
valor; especialmente por la falta de costumbre de las instituciones
españolas en este tipo de procesos. No obstante, hubo argumentos que
cuestionaban esta afirmación, ya que cuando los procesos se
encuentran tan dirigidos, la participación puede ser leída más
como la legitimación de un proyecto premeditado que como un
verdadero proceso de participación ciudadana. Es decir, la
introducción de la participación puede ser un mero formalismo
-incluso un "adorno"- que busque únicamente la
ratificación de la opinión pública. Sobre todo cuando los aspectos
a modificar en el proyecto se presentan como detalles no
sustanciales. En este sentido, la participación puede ser algo
tremendamente perverso si no se dota de información de calidad a los
agentes ni se busca distribuir realmente el poder de decisión -para
eso, creemos, se participa: para permitirle a la ciudadanía tener
voz directa en los asuntos públicos-.
Entre las diversas
propuestas que se comentaron, se habló de realizar diagnósticos
profundos e integrales sobre el territorio que manejasen diversas
variables (sociológicas, económicas, género, clase social, usos y
tipología de los espacios, etc.), de manera que se pudiera prever el
impacto de proyectos como el de Plaza de España sobre los distritos.
Ese necesario conocer el espacio sobre el que se va a intervenir
desde una perspeciva global, no restringida únicamente al área
específica sobre el que se va a trabajar (de ese modo se evitaría
incurrir en contradiciones políticas flagrantes y seguir insisitendo
en lógicas lesivas para/con los distritos y la ciudad, por muy
buenas que sean las intenciones). Se mencionó también la
importancia del papel de la ciudadanía en los procesos de
participación: ella y no la institución debería ser -en la medida
de lo posible- el agente fundamental de estas iniciativas a través
de sus demandas.
Se buscaron también
soluciones para contrarrestar los desajustes informativos de los
procesos deliberativos; una de las medidas de sentido común
propuesta fue que la comisiones mixtas entre técnicos y ciudadanía
fuesen facilitadas por informes en un lenguaje claro y
comprensible, pero también por formaciones concretas. Esto, que
puede parecer un mero detalle o trámite, es esencial si se desea
potenciar que la información -que va a cualificar las decisiones de
los agentes- genere una distribución de poder real y aglutine a más
personas que a aquellas que usualmente estarían dispuestas a
participar En esta misma línea, volvió a hablarse sobre la
importancia de la implicación del área de igualdad y la
colaboración de especialistas en género, así como de la
importancia de los medios análogicos para superar la brecha digital.
Se insistió asimismo en la necesidad de la transparencia de los
procesos y en la clarificación de los objetivos, propiciando un
seguimiento y una fiscalización de los procesos antes, durante y
después del proceso de ejecución de las obras. Respecto a la
cuestión de la mediación en los conflictos, la cuestión caía por
su propio peso: la democracia parte siempre del disenso, incluso del
antagonismo, cualquier proceso participativo que se precie debe tener
esto en cuenta como un pilar básico de su propio desarrollo. En este
sentido, es esencial construir dispositivos de mediación.
Como apunte, cabría
plantear que hubiese pasado si el sorteo se hubiese utlizado para
dinamizar parte del proceso de participación presencial, o si éste
hubiese servido como mecanismo para recabar información y opiniones
en un formato analógico reglado (entrevistas, encuestas, talleres)
acotado al territorio de Plaza de España y alrededores. Desde luego,
una movilización fuerte de gente a través del sorteo hubiese
permitido romper la brecha digital y construir una dinámica más
rica, aunque quizá ello hubiese requerido varias convocatorias
sorteadas y quizá unos plazos más largos. En cualquier caso, el uso
del sorteo puede ser una alternativa para superar los sesgos de edad
y género, introduciendo ciertas correciones en su aplicación. En
términos de clase, el sorteo también puede servir para incluir a
quienes habitualmente no participan o se hallan desconectados de la
vida política, invitándoles a formar parte de un proyecto que tiene
como objeto el entorno en el que viven -el sorteo opera aquí como un
redistribuidor de capital político o como un vector de inclusión al
campo político-institucional-. Ahora bien, probablemente este sorteo
debería establecer algún tipo de contraparte -cierta dotación de
recursos, salario o reconocimiento- para llevar a buen puerto el
proceso participativo. El mero sorteo en sí mismo, sobre todo si es
voluntario -así lo entendemos-, no asegura tampoco que la
particpación pueda ir más allá de las clases medias -quienes
habitualmente participan por disponer de recursos para ello- si no
hay más elementos en juego que animen los procesos participativos.
Finamente, y más allá
del apunte previo, se concluyó que los tres informes deberían ser
tenidos en cuenta en nuevas dinámicas participativas propuestas por
el ayuntamiento de Madrid, de manera que no se volviesen a repetir
los mismos errores: ni en sentido político, participativo ni
técnico. Para terminar, cabría señalar que el proyecto de Plaza de
España -una iniciativa en muchos sentidos fallida- se está
vendiendo al público como un gran éxito y algo inédito (cuando ha
habido proyectos similares en diversas ciudades del mundo), algo que
debería hacernos pensar acerca de las relaciones de poder existentes
entre lo político y lo mediático. Pero también hacernos
reflexionar sobre la importancia de la crítica y los límites de la
institución a la hora de transformar la sociedad.
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