En la tercera sesión de nuestro
seminario, la segunda dedicada a Jacques Rancière y a su libro La mésentente, que celebramos el lunes
21 de marzo, tuvimos la posibilidad y la fortuna, gracias a internet, de ser un
grupo más numeroso. La participación de nuestros colegas desde Chequia y desde
Granada hicieron la discusión más rica y estimulante. En esta ocasión nos
centramos en la lectura de dos capítulos: “La distorsión: política y policía” y
“La razón del desacuerdo”. Durante el debate tratamos dos cuestiones. En primer
lugar nos preguntamos por las condiciones que hacen posible la política, y
cuando esto sucede, cuáles son los espacios que se generan y el tipo de sujetos
que produce. La segunda cuestión, que se desprende de la anterior, nos llevó a
pensar sobre el tipo de instituciones en las que la política es posible.
Con respecto a la primera cuestión,
debatimos sobre si las relaciones de poder están o no presentes en la reflexión
de Rancière y en los episodios en los que nos dice que se revela la política.
Para abordar este problema creímos necesario fijar la idea de que el principio
de igualdad, que Rancière defiende de un modo radical, se encuentra en la
aspiración de toda acción política e inscrito en la lógica policial, o lo que
es lo mismo, en todo orden social, bien sea más o menos democrático. Dicho de
otro modo, la lógica policial implica igualdad y desigualdad, y en la
posibilidad de que dicha lógica sea superada, siempre con un resultado
incierto, se encuentra la política. Para que todo eso suceda tienen que darse
dos condiciones. La primera es que se configure un escenario en el que dos
lógicas entren en conflicto. La segunda es que ese escenario modifique las
experiencias sensibles de los sujetos que están presentes en él. Es en ese
punto, en el encuentro de dos mundos hasta entonces distantes, donde la
política es posible. De toda experiencia que cumpla esas condiciones, y que
modifique tanto el escenario del encuentro de esos dos mundos y a sus
integrantes, diremos que es política. La política pues, como lo improbable, en
tanto que sus posibilidades son inciertas y siempre deben buscarse atendiendo a
las prácticas de los sujetos implicados, frente a la acción de la policía como
lo probable, como lo que regula el orden social y asegura, de manera siempre
contingente, la igualdad o la desigualdad, la libertad o su ausencia.
Una vez aclarada la primera cuestión,
pasamos a debatir sobre el tipo de instituciones en las que la política es
posible y nos detuvimos en el sorteo como herramienta para la selección de
personas para cargos políticos o para grupos que deben tomar decisiones que
afectan al conjunto de la sociedad. Aquí, analizamos el papel que deberían
tener los expertos, como meros informantes de materias en las que son
especialistas pero que, en el proceso de deliberación y de toma de decisiones,
no les confiere superioridad alguna con respecto del resto. Rancière, en esta
parte del texto, nos resultó un poco más explícito que en capítulos anteriores,
acerca de la evidente y necesaria desigualdad en cuanto al conocimiento y a las
capacidades, siempre técnicas, y nunca políticas, y su integración en
sociedades democráticas. Sobre la utilización del sorteo, estuvimos de acuerdo
en que favorecería esa posibilidad del encuentro entre distintos mundos y
sensibilidades en el que Rancière sitúa la acción política, y en que por lo
tanto, sería deseable integrarlo en el gobierno de nuestras sociedades.
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