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lunes, 2 de noviembre de 2015

Objetivar las competencias políticas: una idea foucaultiana sobre el sorteo

Durante el coloquio "Tirage au sort et démocratie directe", se planteó el problema de si se necesita una teoría general del sorteo en política. A propósito existen varias propuestas, todas ellas de bastante interés. En mi opinión el problema debe plantearse de otra manera. El sorteo conlleva varias propiedades: no puede planificarse el resultado y utiliza a todos los designables como individuos intercambiables. Las críticas al sorteo han sido siempre las mismas: renuncia a la razón cuando existen criterios que permiten jerarquizar a los individuos. Los partidarios del sorteo sospechamos de esa supuesta razón: detrás de muchas designaciones encontramos simplemente los efectos de una política de redes fundada en el servilismo; tras muchas elecciones consideramos que el consentimiento electoral exige entrar dentro de maquinarias políticas que privilegian transferencias de retribuciones escondidas tras el argumento del mérito. Los efectos destructivos de la vida política de los enfrentamientos electorales, sobre todo cuando estos se basan en facciones artificiosas, pueden constatarse en dos planos: 1) La deriva del discurso en matonismo ideológico, donde la denuncia y el odio de los enemigos ocupa cada vez mayor espacio 2) La promoción, en cada bando, de los individuos que sólo adquieren valor en una situación perpetua de conflicto y de endurecimiento de las barreras. Cuando tales luchadores ocupan el centro de la escena política, procede abandonar toda esperanza. 
Pero no se puede ni se debe despreciar el argumento del mérito. El recurso al sorteo puede servir, sin embargo, como instrumento crítico del proceso de designación "racional" (por voto o cooptación). Su función sería exigir de tal designación que explicite al máximo sus criterios de jerarquización de los individuos. Sin hacerlo, siempre cabe defender la racionalidad del sorteo: entre individuos que nadie sabe jerarquizar, el sorteo sirve para defenderse de los peores enemigos de la vida política en común. ¿Quiénes son? Las facciones disciplinadas y en competencia capaces de secuestrar el espacio común con discursos especiosos y violentos que esconden proyectos de apropiación de puestos y honores. 
En su curso sobre el neoliberalismo, Michel Foucault explicaba cómo el mercado podía ser utilizado como instrumento crítico frente a los excesos del gobierno. El Estado gobierna demasiado, el mercado le recuerda que pueden hacerse las cosas mejor sin su concurso. No simpatizo con las tesis de Foucault en ese curso pero su enorme inteligencia y elegancia intelectual siempre nos ofrece ideas. En lugar del principio crítico liberal "se gobierna demasiado", podría utilizarse el principio: "se jerarquiza demasiado", es decir, se establecen diferencias que no se justifican bien y en tal circunstancia podría recurrirse al sorteo entre iguales. 
De ese modo, el sorteo funcionaría como instrumento que obligue a objetivar las competencias políticas, lo cual nos ayudaría a saber un poco mejor cuándo y para qué propósitos conviene jerarquizar. El sorteo sería así un operador epistemológico de primer orden para comprender las propiedades que debemos apreciar en la política.




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