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lunes, 27 de mayo de 2013

Publicado en la revista "Theoria" un artículo de Francisco Vázquez sobre la recepción de Bachelard en España

 
 
 
En el último número de la revista Theoria. An International Journal for Theory, History and foundations of Science, 28 (2013), 2, pp. 303-327, ha salido publicado un artículo de Francisco Vázquez García, titulado "La primera recepción española de la epistemología histórica francesa: Gaston Bachelard (1940-1959)", que puede consultarse en Internet.  El trabajo se ha realizado dentro del proyecto de investigación
"Vigilancia de fronteras, colaboración crítica y reconversión: un estudio comparado de la relación de la filosofía con las ciencias sociales en España y Francia (1940-1990)”, referencia FF12010-15196 (subprograma FISO).
 

 
Resumen-Abstract
 
La primera recepción española de la obra epistemológica de Gaston Bachelard tuvo lugar en las décadas de 1940 y 1950. José Pemartín y especialmente Carlos París y Roberto Saumells fueron los filósofos españoles más relevantes que leyeron y utilizaron los escritos históricos y epistemológicos de Bachelard. Estos fueron utilizados para respaldar un realismo ontológico más sofisticado pero no incompatible con el realismo escolástico que prevalecía en la filosofía académica española de esa época. En este artículo exploramos
el contexto de esta recepción desde una perspectiva sociofilosófica.
 
The first Spanish reception of Gaston Bachelard’s epistemological work took place in the 1940s and 1950s decades. José Pemartín and particularly Carlos París and Roberto Saumells were the most important Spanish philosophers who read and made use of the historical and epistemological writings of Bachelard. These were used in order to support an ontological realism more sophisticated but not incompatible with the scholastic realism prevailing in the Spanish academic philosophy of the time. We explore the context of
this reception from a sociophilosophical scope.
 
 
 
 
 



jueves, 16 de mayo de 2013

Presentación de "La norma de la filosofía"

Durante el Congreso de la Sociedad Académica de Filosofía, Antonio Campillo presentará La norma de la filosofía: la configuración del patrón filosófico español tras la Guerra Civil. Será el jueves 23 de mayo, entre las 18:00 y las 20:00 horas en la Sala Buero Vallejo (14.01.01) en el Campus de Getafe de la Universidad Carlos III de Madrid (Calle Madrid, 133: véase cómo llegar).

martes, 7 de mayo de 2013

COLÓQUESE LA CITA Y QUE PEREZCA EL MUNDO



 El año que soñamos peligrosamente
Abramos el capítulo III del último libro de Slavoj Zizek (El año que soñamos peligrosamente, Madrid, Akal, 2013). Las cuatro primeras páginas nos hablan del Dieciocho de Brumario y La lucha de clases en Francia, dos memorables textos de Marx donde este muestra las complicadas coaliciones de clase que sucedieron en la Francia de 1848. La quinta página nos introduce de sopetón en la crisis financiera y en la sexta aparece una fórmula de Lacan 1+1=a (y francamente: o explica uno un poco su relevancia o se la ahorra). Con ella se nos introduce en la idea de que, igual que en psicoanálisis, las clases sociales no se representan la realidad según sus intereses de clase objetivos, sino, como en sueño, mediante pensamientos desplazados. Cuatro páginas después se nos anuncia lo importante: las clases populares no tienen siempre posiciones políticas progresistas, sino que a menudo se encuentran fascinados por políticos conservadores. Dos páginas después se juntan Lenin y Lacan para decirnos que Marx no comprendió que el Estado y la política tienen su lógica propia que no se puede reducir a la base económica. En fin, Zizek entra en polémica con el progresismo por tres razones (después de una breve referencia al interesante libro de Thomas Frank ¿Qué pasa con Kansas?). En primer lugar, los pobres, o las clases populares, tienen identidades culturales, religiosas, familiares o políticas. No se salen de ellas para hacer el cálculo de sus intereses y decidir que, ¡ale!, al demonio su personalidad, sus relaciones y sus deseos que ellos van a pensar como auténticos revolucionarios, según lo que Lukács llamó la conciencia de clase atribuida (la que se debería tener si, ¡ay!, se pensara como el marxista dice que se debería pensar). La segunda idea es que los progresistas, a menudo, destilan racismo de clase cuando luchan contra el fundamentalismo y el sexismo, pues con estos se alude a comportamientos de las clases bajas. Sin duda, existe un feminismo racista como un populismo más elitista que la fiesta punk del MOMA, pero, en fin, a uno le parece que  las denuncias por violencia de género o la asistencia a cursos sobre sexualidad femenina no son monopolio de doctorandas sobre teoría Queer (dicho sea con el máximo respeto), sino muchas mujeres con trabajos modestos o en paro. En tercer lugar, Zizek nos recuerda que la lógica de la lucha de clases apuesta por la eliminación del adversario, mientras que la izquierda cultural apuesta por la tolerancia. Por tanto, el populismo conservador capta mejor la lógica de la lucha de clases que el antirracismo progresista con sus prédicas de tolerancia. No vale la pena recordar a Zizek que el comunismo ha inspirado glorias como Stalin o Sendero Luminoso, porque es capaz de citarlas con orgullo y decirte que tu reivindicación de la tolerancia es una pamplina burguesa y liberal.
Y así continúa el libro.
François Cusset (French Theory) habló de la parataxia intelectual y servidor propuso un intento de análisis de la misma en Filosofía y sociología en Jesús Ibáñez. Parataxia es una figura retórica que subraya los aspectos emotivos del discurso en detrimento de su lógica. En el libro sobre Ibáñez, señalaba que la parataxia intelectual aparece cuando se desean captar públicos con lógicas incompatibles. Hablarles a unos supone excluir a otros, pero se intenta. Eso da al discurso un enorme poder de sugestión en detrimento de su calidad informativa. No tengo ningún problema con eso pues el placer de consumir productos exclusivos o exóticos juega un papel de primer orden en las opciones culturales de la gente –lo mismo que cuando escogen un vino, un salchichón o un local de moda. Reducir el discurso a su lógica informativa es imposible.
Zizek introduce fragmentos de realidad, de cultura popular y con referencias culturales de hipervanguardia. Algunas veces las conjunta bien y yo soy el primero en disfrutarlas (aunque me cueste trabajo retraducirlas en otras palabras: pero así somos los consumidores culturales). En otras: francamente no. Últimamente el leninismo (incluso el stalinismo) se ha convertido en emblema de distinción de cierta elite intelectual, para mí banal hasta la médula. Pero sus millones de lectores y de fans piensan distinto: se duro se ha vuelto muy chic. El programa del primer 15M (pues 15M ha habido ya varios y no siempre compatibles), nos dice Zizek, lo podría firmar hasta un fascista pues hablaba de personas y de no someterse a los mercados. Eso le parece fatal. Podría haber dicho que estaba genial, que eso prueba que era un movimiento que conectaba con la gente y que no se olvidaba del pueblo llano con sus creencias conservadoras (es lo que, si yo entendí bien, decía antes). Luego viene otra cita de Lacan para decir que los revolucionarios buscaban un Amo y eso se aplica a los indignados (yo no sé, por muchos algoritmos que me pongan, qué demonios quiere decir eso del Amo: si quiere decir que la gente quiere referentes se podía emplear una palabra menos bambollas que la de Amo, con su mayúscula y todo). Pero ¿no se ha dicho antes que los indignados eran gente sin ideología, nada que ver pues con la gente a la que Lacan hablaba en Vincennes? Luego salta a Turquía y dos páginas después nos cuenta que en Grecia había asambleas igualitarias. En España parece que no, porque la autoorganización progresista desapareció tras la muerte de Franco.
A estas alturas se le cae a uno el libro. Francamente, este parece resumirse en una consigna: que la realidad no te amargue una buena cita ni la posibilidad de epatar. Eso no es parataxia. La parataxia tiene problemas lógicos pero responde a un proceso intelectual auténtico: comunicar entre mundos incompatibles, por ejemplo, como lo hace muy bien Zizek en otros libros, entre la alta cultura y el pop. Además, la devoción a citas que no informan de nada (o que ocultan la realidad: claro que yo hablo de la realidad como un positivista vulgar) no es monopolio de Zizek, sino que aparece a menudo en discursos académicamente muy pulidos. No tiene nada que ver con la parataxia, es simple presunción escolástica, demostración de que el autor pertenece a una escuela prestigiosa. Su imperativo categórico parece ser: “Colóquese la cita y que perezca el mundo”.