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martes, 11 de diciembre de 2012

La Transición de los filósofos españoles

La revista  Spagna Contemporanea  en su último número 41 (2012), pp. 162-164, Giaime Pala (de la redacción de Mientras Tanto) ha publicado una recensión de La filosofía española. Herederos y pretendientes. Una lectura sociológica (1963-1990), Madrid, Abada, 2009. Con permiso del autor reproducimos el contenido. 


Francisco Vázquez García, La Filosofía española: herederos y pretendientes.
Una lectura sociológica (1963-1990), Madrid, Abada Editores, 2009, pp. 440,
ISBN 978-84-96775-60-2

Históricamente, los filósofos se han dedicado a interpretar el mundo y, en algunos casos, a transformarlo. Pero lo que raramente han hecho es interpretar la historia de su gremio y las vicisitudes que caracterizaron la vida de sus miembros para transformarlo desde dentro. En una palabra, han sido renuentes a la hora de historiarse y de proporcionar una descripción de su ámbito profesional que fuera más allá de los debates teoréticos; las ideas siguen siendo el tema principal, a veces único, alrededor del cual se vertebran las principales historias de la filosofía española del siglo XX, como si el filósofo fuera un intelectual interpretable exclusivamente por su cerebro y no como sujeto histórico insertado en una realidad determinada. 

A esta manera de concebir la historia de la filosofía se opone Francisco Vázquez García, catedrático de Filosofía en la Universidad de Cádiz, para quien las ideas filosóficas no se explican por sí solas, sino también en función de las biografías, trayectorias políticas y enfrentamientos académicos entre los hombres que las produjeron. De manera que el Autor nos presenta una historia de los filósofos españoles en los años 1963-1990 que conjuga el estudio de las ideas con las sociologías filosóficas e históricas, siguiendo una propuesta hermenéutica que, pese a no haber tenido una gran audiencia en España, ha producido brillantes resultados en Francia (Pierre Bordieu) y en Estados Unidos (piénsese en el Randall Collins de Sociología de las Filosofías). En fin, nos hallamos ante un libro cuyo principal objetivo es explicar la “Transición filosófica” española — paralela a la Transición política — por la cual se produjo el final de la hegemonía intelectual y institucional del pensamiento oficial de corte tomista (los “herederos” del franquismo) en favor de una red alternativa de filósofos ansiosos por conectarse al debate europeo de la época y ligados a la lucha antifranquista (los “pretendientes”). Para ello, el libro arranca con una sólida descripción de la filosofía afecta al franquismo y de su deterioro a partir de la década de los Sesenta. El control tentacular de las cátedras universitarias y de las revistas de filosofía ejercido por los hombres del Opus Dei no impidió las crisis del tomismo y de la escolástica debido a causas tanto exógenas como endógenas. Por un lado, los vientos renovadores del Concilio Vaticano II supusieron un duro golpe para el integrismo filosófico español, en tanto que deslegitimó su propósito de seguir encarnando la ortodoxia del pensamiento cristiano y aceleró el proceso de alejamiento de sectores del catolicismo de la órbita del régimen (Compañía de Jesús y organizaciones de base como las JOC y la HOAC). Por el otro, el antifranquismo intelectual surgido a finales de los Cincuenta fue adquiriendo consistencia en el ámbito del pensamiento y capacidad de maniobra en el terreno de la lucha de las ideas. Todo ello obligó a los opusdeístas capitaneados por el madrileño Sergio Rábade, a abrirse a corrientes laicas como la fenomenología y el idealismo alemán, tratando, eso sí, de imponer un prototipo de filósofo extremadamente académico, cultivador de las ramas más ascéticas de la Filosofía (Metafísica y Lógica) y alejado del ensayismopolítico de raíz orteguiana. En resumidas cuentas, un filósofo “puro” cuyas duras tareas de laboratorio le volvían impermeable a las bajas pasiones de la política (democrática, claro está).

Con todo, y aun manteniendo un considerable poder académico hasta los años Ochenta, la galaxia del Opus Dei no pudo contener el avance de los jóvenes leones procedentes de la oposición política. Conviene tener presente que, aunque todos se presentaran como alternativos al establishment filosófico-político de la época, estos nuevos pensadores no tenían demasiados puntos en común. Más bien, formaban una constelación compuesta por una serie de “nódulos” filosóficos que solían crearse alrededor del liderazgo carismático de un maestro y cuyos miembros no compartían necesariamente los mismos campos de estudio y convicciones políticas. Dicho de otro modo: eran núcleos de elaboración intelectual que mantenían un grado de cohesión personal e ideológica no siempre homogénea y que, además de enfrentarse al común enemigo opusdeísta, no dudaron en emprender
una pugna más o menos subterránea por la hegemonía en el mundo de la filosofía española. Para Francisco Vázquez, son cuatro los nódulos filosóficos que formaron esta red alternativa: los de Oviedo y Valencia, nucleados respectivamente en torno al materialismo académico de Gustavo Bueno y al cultivo de la lógica formal de Manuel Garrido; el nódulo del filósofo del PSUC Manuel Sacristán, centrado en Barcelona y Madrid y estandarte del marxismo dialéctico; y, finalmente, el nódulo de José Luis López Aranguren, al que el Autor dedica el análisis más detallado por haber sido el más variado y el que terminó imponiéndose como ganador de la contienda.

El haber escogido al pensador de Ávila como cabeza visible del nódulo no se debe tanto a la riqueza de su reflexión cuanto al hecho de que reunía en su persona una serie de elementos culturales y biográficos que le convertían en una figura capaz de atraer a jóvenes filósofos de distintas características: discípulo de Xabier Zubiri y cercano en su juventud al legado de Ortega y Gasset, con los años se convirtió en el abanderado de un catolicismo reconciliado con el mundo contemporáneo
y de un marxismo cálido y humanista, amén de ser uno de los introductores de la filosofía analítica en la piel de toro y de poseer una vasta cultura literaria que le permitió adentrarse en el terreno de la crítica textual. A esto, hay que añadir el contacto que mantuvo con la contracultura estadounidense de los Sesenta durante su tránsito por las universidades californianas y sus escarceos con la investigación social empírica. Cualquier filósofo inconformista podía encontrar en el ecléctico Aranguren una guía para encauzar sus inquietudes, por lo que no es de extrañar que este nódulo asumiera una fisonomía estructurada en tres “polos”: el religioso, el científico y el artístico-trágico. Igual que con los otros nódulos, Vázquez realiza una cartografía rigurosa y brillante de estos “arangurenianos” tan diferentes entre ellos: desde los neonietzscheanos iconoclastas que sacudieron la escena de los Setenta (F. Savater, E. Trias, X. Rubert de Ventós) y los estudiosos de la relación entre Historia y Metafísica (A. Bolado, A. Cortina, R. Mate, R. Valls Plana), hasta los pregoneros de la filosofía analítica liderados por Javier Muguerza. Como ya se ha dicho, en los años Ochenta, este nódulo saldrá victorioso tanto por méritos propios como por la consunción intelectual del bloque opusdeísta y el estancamiento de los grupos de Bueno, Garrido y Sacristán. El nombramiento en 1986 de Muguerza como director del Instituto de Filosofía del CSIC y la consolidación académica de sus colegas afines, certificarán el definitivo traspaso de poderes de los “herederos” a unos “pretendientes” que, ahora ya, dejaban de serlo.

Como siempre ocurre con los buenos libros, es complicado dar cuenta en pocas páginas de la riqueza del relato y del esmero interpretativo de Francisco Vázquez. Sin embargo, es menester resaltar que su investigación es especialmente aprovechable para los historiadores por la manera de estudiar al intelectual: un sujeto que no sólo vive de ideas, sino que, por necesidad o vocación, se vuelca en la ocupación de espacios de poder político y académico que le permiten conservar o subvertir los principios que jerarquizan su campo disciplinar. Más claro todavía: un sujeto que sabe que las ideas no son nada sin un capital político-académico (control de cátedras y revistas, presencia en los medios de comunicación, contacto con los partidos políticos y capacidad de tejer complicidades dentro de su gremio) con el que construir redes de influencia y apuntalar su estatus intelectual. El ejemplo de Muguerza encarnaría a la perfección lo que acabamos de decir: su habilidad para federar opciones filosóficas alternativas y presentarse como hombre de consenso, unida a una indiscutible solvencia para crear discípulos y copar espacios universitarios, explica su éxito como filósofo en la España democrática en la misma medida que su obra de carácter asistemático.

Asimismo, merece destacarse la brillantez del Autor para explicar cómo el origen social influye en el tipo de relación que el filósofo entabla con la universidad, la elección de los temas que investiga y los estilos narrativos que emplea para difundir los resultados de su trabajo. En efecto, no se pueden entender la irreverencia lúdico-libertaria y la aversión a la burocracia de un Savater o un Trias sin el ingente colchón económico de sus familias (que les permitía obviar los problemas económicos y las desagradecidas tareas de gestión académica que apenaban a los profesores “No Numerarios”), ni el deseo de los filósofos de orígenes humildes de alcanzar el reconocimiento institucional del que gozaban los catedráticos a través de un filosofar “hipercorrecto”, esto es, ortodoxo y ultraacadémico (lenguaje críptico, tendencia a identificar el oficio con la crítica de los textos, rechazo del panfleto y del artículo de batalla en la prensa, etcétera). En el quehacer de un filósofo, el cómo es tan importante que el qué. Así es como Vázquez ha estudiado a sus compañeros de profesión en un libro erudito sin ser pedante, sofisticado sin ser abstruso y valiente sin ser provocador. En definitiva, un libro imprescindible para todos aquellos que creen que la historia de la cultura y de los intelectuales es mucho más que el análisis filológico de libros, artículos y conferencias.

Giaime Pala

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