Mario Martín Gijón: Los
(anti)intelectuales de la derecha en España. De Giménez Caballero a
Jiménez Losantos. Barcelona: RBA 2011. ISBN: 978-84-9006-123-7. 412 pp.
Para la revista berlinesa Iberoamericana.
MMG ha escrito un libro en el que
se dan la mano la investigación histórica de calidad y el ensayo. Esboza una
historia del (anti)intelectualismo (término inventado por MMG) desde sus
orígenes hasta nuestros días, centrándose en el panorama español y
concretamente en casos considerados paradigmáticos: Gecé y Losantos; además,
dedica largos espacios a (anti)intelectuales como Vicente Marrero o Rafael
Calvo Serer. Las referencias son múltiples y recorren todo el paisaje
intelectual del franquismo, de izquierdas o derechas, mostrando el saber de su
autor y una prolijidad y rigor admirables. Vale la pena leer este libro, porque
además el estilo es ameno y su lectura no se hace en absoluto pesada. Como la
reseña no puede ser muy extensa, me concentraré en los planteamientos centrales
del libro y en las fallas que (en mi opinión) contiene.
¿Qué es un
“anti-intelectual”? Para MMG se trata de un falso intelectual, un ideólogo de
la derecha, un intelectual – valga la
paradoja – orgánico de la reacción; tiene una visión de la sociedad cerrada,
trágica y patriarcal; sus ancestros pueden encontrarse en los enemigos de los
ilustrados (pp. 12-13) y siempre ha puesto su religiosidad o su fe en el
darwinismo social (según sea el caso) al servicio de los poderes más
retrógrados de la sociedad. El anti-intelectualismo o ideología reaccionaria
llega hasta hoy y España, por sus especiales condiciones históricas, está
plagada de sus ideólogos, aunque pueden encontrarse en Francia (de R. Aron y
Lyotard a Sarkozy) y, sobre todo, en el entorno neocon anglosajón, de donde provienen plumíferos como Thomas Sowell
y Paul Johnson.
El verdadero
intelectual es, para MMG, progresista, tiene una concepción optimista, no
patriarcal y abierta de la sociedad y participa en política a través de los
medios de comunicación pero sin pringarse demasiado, manteniendo su autonomía
intelectual: “La figura del intelectual moderno surge a finales del siglo XIX,
cuando la secularización de la sociedad y la extensión de la educación, la
formación de un espacio libre de discusión gracias a los medios de comunicación
de masas y la disminución de los obstáculos gubernamentales a la libertad de
expresión, hacen posible que personas que habían adquirido reconocimiento como
escritores, filósofos o científicos, utilicen esta fama para pronunciarse sobre
temas que afectan a la sociedad en su conjunto. Ser intelectual, desde el
principio, ha conllevado siempre una determinada actitud, un componente
intencional y acarreado un riesgo” (p. 11). “Intelectual” se asocia a la
izquierda política y el individuo de la especie “nació como un héroe
antiderechas” (15). Casos paradigmáticos: Zola en Francia y la Generación
del 98 en España. La definición recuerda la de Santos Juliá en Historia
de las dos Españas (pp. 17-20). MMG se apoya en Pierre Bourdieu y su
concepción de la autonomía del campo, que utiliza de forma más que flexible.
Es posible que
la palabra “intelectual” se haya asociado social y políticamente a izquierda y
que tenga sus espectros icónicos en figuras como Sartre, Benjamin, Antonio
Machado, Lorca y un etcétera largísimo, como también señala MMG. Pero
reconstruir la estructura del campo intelectual requiere tratar esta concepción
mítica, semicientífica, como un mito del campo y no como una realidad; puede
deberse a una confusión de los efectos políticos del campo retraducidos de
nuevo (de vuelta) al campo cultural. Se puede coincidir políticamente con el
autor o disentir, pero no trasladar las simpatías políticas a una definición
del campo. Tampoco MMG parece creerlo y suele proteger su argumentación.
La represión de
los maestros, universitarios e intelectuales republicanos fue, por parte de los
alzados del 18 de julio, brutal. El sistema franquista impuso una biopolítica
(cf. Cayuela 2011) similar a la nacional-socialista y fascista italiana; consideraba
al enemigo “rojo” como seres racialmente inferiores a los que había que
exterminar, como ha demostrado Paul Preston (2011). Sobre eso no hay discusión.
Pero los espacios filosóficos e intelectuales, sean arraigados o desarraigados,
escolásticos, neocatólicos, orteguianos, marxistas o falangistas produjeron sus
propias figuras de talla (ver el libro de Francisco Vázquez García, La filosofía española: herederos y
pretendientes (2010)). Además, los recursos intelectuales con los que se
contaba en los años cuarenta o cincuenta no son los mismos que veinte o treinta
años después. El campo intelectual, como ha demostrado Randall Collins, existe
a través de las ideas en conflicto. El autor de Los anti-intelectuales
es consciente de estas paradojas, pero su texto parece reconstruir únicamente
las “tomas de posición” (Bourdieu) en casos extremos de consagración
periodística (entre ellos el “fascistilla de Jiménez Losantos”, como lo llamaba
Carlos Blanco Aguinaga en sus memorias) y hacer del “resentimiento” la
motivación del odio irracional de los elegidos hacia los intelectuales autónomos
y de izquierdas (Gecé resentido con Ortega y Losantos con el campo barcelonés).
Es muy posible que el análisis de MMG sea verdad, pero lo será en el caso de la
ralea extremista que ha elegido para construir su argumentación: un converso al
fundamentalismo posmoderno como Losantos, “huérfano” político en busca de un
padre-Aznar, “curiosa síntesis de Hayek y Maeztu” (según Montalbán, cit. 337) y
un lunático extravagante (como lo llamaba Azaña), fascista hasta la locura, como
Giménez Caballero. Igual sería en el caso de elegir casos extremos de
estalinismo letrado (Aron, amigo de Sartre, conocía bien el marxismo): tampoco
dudo que MMG llamaría a estos “anti-intelectuales” y la gloriosa cita de E.
Said: “¿Por qué como intelectual creíste en un dios, el que sea?” avala al
autor.
Lo que quiero
decir no es que el libro se haya basado sólo en una polaridad izquierda-derecha
(“dos visiones en conflicto”) que impregne los planteamientos de fondo en torno
a qué significa ser “intelectual”. ¿Se puede construir la estructura del campo
intelectual franquista a partir de unos pocos casos y ensayos? Como estudio de
varios casos monográficos el libro es bueno, sobre todo si se lo lee como
historias de fracaso intelectual (que es como tiende a hacerlo el autor). Como
ilustración ejemplar de cómo cada vez más la consagración intelectual va de
mano de la consagración periodística, mejor: individuos en lucha por un espacio
de atención y alguna forma de reconocimiento en lugares que no sean aquellos en
los que se ha fallado. Valiosas son sus reflexiones sobre los periódicos de la
Transición.
El término “anti-intelectual”,
algo “ortopédico pero significativo” (p. 17) es algo descomedido y la
argumentación discutible. El trabajo de investigación admirable. Como ensayo,
espectacular: una llamada a la participación en la vida pública de esa figura
que, por ejemplo en los tiempos que corren, parece no tener el protagonismo de
antes: “Queda por ver si, en los próximos años, los intelectuales españoles
serán capaces y tendrán voluntad para, yendo más allá de sus estrechos ámbitos
científicos, académicos o literarios, crear lugares de discusión libre y
reflexiva dentro del nuevo panorama de las comunicaciones o si se recluirán en
una lamentación autocompasiva, añorando tiempos mejores” (363). Suelo encontrar
llamadas similares en los periódicos, p. ej. el artículo del escritor Manuel
Rico en El País (28-julio-2012), “La cultura y la izquierda de hoy”. Es
justo y necesario, aunque yo siempre me acuerdo del libro La misère du monde (1993), realizado por varios investigadores y
coordinado por Pierre Bourdieu, obra colectiva publicada hace casi veinte años,
pero de una actualidad escalofriante.
Referencias
Blanco Aguinaga, Carlos (2011), De
mal asiento. Ed. Caballo de Troya. Ebook (edic. formato digital).
[2010, Barcelona, Random House Mondadori.]
Cayuela Sánchez, Salvador (2011), “Biopolítica,
nazismo, franquismo. Una aproximación comparativa”, en Éndoxa: Series
Filosóficas, 28, 2011, 257-286. UNED, Madrid.
Collins, Randall (2002 [1998]), The
Sociology of Philosophies. A Global Theory of Intellectual Change. The Belknap Press of Harvard
Universiy Press.
Preston, Paul (2011), El holocausto español. Odio y
exterminio en la Guerra Civil y después. Barcelona: Debate.
Juliá Díaz, Santos (2004), Historia
de las dos Españas, Madrid, Taurus.
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