Ayer no más fue elegida por los lectores de El País como la mejor novela de 2012. La historia, a estas alturas, resulta de sobra conocida. Un catedrático de Historia, Pepe Pestaña, regresa a León rechazando un destino universitario más lucido. La novela nos desvela el deseo oculto tras dicho regreso: confrontarse con una historia familiar que le ha perseguido siempre. La resolución de la historia acabará dejándolo solo.
Pestaña es hijo de un fascista y se especializó en la violencia durante la Guerra Civil. Sin duda, es un traidor a su mundo de partida pero, y tal constituye la clave de la novela, tampoco se encuentra cómodo en el de acogida. Pestaña no soporta el carácter maniqueo que va tomando la investigación histórica de la violencia fascista. Aunque rechace el relato legitimador de la violencia nacional que cohesiona a su familia tampoco le agrada la reivindicación de las víctimas como héroes de la democracia.
Según Pestaña/Trapiello, no lo fueron. Solo una parte reducida del ejército republicano combatió por la legalidad vigente. La gran mayoría apostó por la revolución ya fuese roja (socialistas o comunistas) o rojinegra. Para llevarla a cabo no dudaban en recurrir a métodos tan execrables como los de sus enemigos. Una minoría, exigua, intentó contener la violencia revolucionaria manteniendo la dignidad de una república en la que no demasiados creían.
Cabe decir que los militantes de las organizaciones revolucionarias eran sinceros y bondadosos. Pestaña lo sabe pero lo mismo cabía decir de su padre y de sus camaradas. Subjetivamente estaban guiados por ideales no del todo innobles. Objetivamente, unos y otros activaban una cadena de terror que desembocaba en regímenes detestables: el fascismo o el estalinismo. Los anarquistas, a cuya fracción moderada honra Pestaña con su apellido (pues es el materno, y lo eligió para evitar el del padre jerarca franquista), tampoco parecían conducir a algo mejor que a un caos demente. Humanamente todos merecen perdón si nos centramos en sus convicciones subjetivas. Objetivamente se comportaron como animales, algo que la novela subraya en dos o tres ocasiones: la guerra se produjo porque los españoles se encontraban ansiosos por matar. La fidelidad a la idea de la IIª República –a la que Pestaña/Trapiello rinden homenaje-exige denunciar la actividad empírica de la mayoría de los republicanos. Fueron víctimas: también victimarios.
Sobre la calidad de la novela se ha dicho mucho y bueno. Servidor lo firma. Hay rasgos, sin duda, criticables. ¿Era necesario que Pestaña fuese un aristócrata universitario (que publica en El País-Aguilar y todo…), hijo de vencedores, escritor de los vencidos, abandonado por todos, para que tuviese una visión correcta del problema? La lucidez moral y política, ¿sólo es posible cuando uno es un trasunto del dios de Leibniz y ocupa la perspectiva de todas las perspectivas? ¿No podría haber surgido esa lucidez de un modesto investigador o un profesor mediocre deseoso quizá de justificar a la Ceda o al Psoe o a Falange o a la Fai y que, investigación mediante, cambiase, y por fidelidad a su modesto saber y entener dinamitase su carrera universitaria?
Parece que no. La manipulación de la memoria histórica procede de avinagrados carreristas universitarios, que con ella buscan solventar su mediocridad. El símbolo es la profesora Mariví. El nombre me recuerda a esas mujeronas que pintaba Forges y que dejaban sin aliento a los Blasillos, pero quizá sea mi subconsciente (de lector de Forges y de Blasillo). Mas, ¿debía ser mediocre para ser una fanática? ¿Además de todo, cornuda sin saberlo?
Trapiello/Pestaña, y los críticos, dicen que solo la novela puede rescatar la realidad y que la ciencia, ya se sabe, es limitada y no puede con el verde de la vida. Yo no estoy tan seguro. Porque un trabajo científico, ¿podría afirmar que todo el Psoe buscaba instaurar la dictadura del proletariado, Besteiro y Prieto incluidos? Si lo quería, ¿Caballero era igual que Stalin y hubiera asumido los mismo crímenes? Pestaña lo dice: si hubieran ganado, las muertes en zona republicana serían idénticas a la nacional. ¿Buscaba el Pce instaurar una Rusia con Holodomor incluido, cuando las órdenes de la Comintern exigían respetar la democracia burguesa? ¿No dio el movimiento libertario mucho más que matarifes? ¿De dónde venía el ángel rojo que cuidó a los presos de Madrid? Octubre del 34 permite concluir que sí, parece ser. Pero en el 34 no sólo los revolucionarios dudaron de la voluntad democrática de la derecha. Tras Dolfuss y Alemania franjas enormes de católicos, no excesivamente progresistas, cambiaron de bando y casi perdieron la fe. Merleau-Ponty en Francia es un ejemplo.
Para terminar, me convence muy poco lo del ansia de matar de los españoles. La conversión de la violencia en repertorio político comienza –si seguimos a Arendt a quien admiran el Pestaña de la novela y el de este comentario- mucho antes y eso poco tiene que ver con la psicología colectiva. Unas palabras sobre la experiencia africana de nuestras tropas no hubieran estado de más. La guerra de nuestros antepasados de Delibes me resulta mucho más fiable sobre cómo se encadenó el desastre
Me ha emocionado Ayer no más, me ha enseñado mucho sobre la guerra, dejándome admirado, una vez más, ante la enorme cultura de Trapiello y su impresionante nervio moral. Pero no me ha convencido de que la novela capte mejor la vida, lo concreto, la complejidad de lo real. El efecto de real, como lo llama Passeron, la falsa densidad de la descripción, transmite demasiados estereotipos ideológicos camuflados en rostros, olores y deseos que no vienen a cuento en cuanto a la verdad que se busca, que son clasificaciones que no se reconocen como tales. Si de la verdad se trata, ¿tenía que ser cornuda y publicar en editoriales locales para ser mala? Fácil, demasiado fácil. No es relevante, cabría decir. Suena a tribunal de tesis y es menos sexy, pero es más justo.
Pepe: de acuerdo sobre la forma de la literatura sobre la representación de la historia: captar la realidad de forma plena pero en formas huidizas, dice Fco Vazquez. Son juicios de psicología colectiva y ejercicios de mapear la realidad que no atienden a los matices de la misma. A propósito de la profesora, se me ocurre lo del jdanovismo y la heteronomía, pero quizás la novela contiene una perspectiva injusta y reductora sobre las posiciones en el campo. Además es posible que haya también que considerar que la novela es una toma de posición sobre el "renacimiento" de las novelas sobre la guerra y por tanto una lectura del campo de la polémica. ¿Por qué tiene que ser el personaje siempre un investigador o un escritor o un poeta o algo por el estilo? Pero el comentario de Alejandro es interesante. (Y yo tampoco he leído la novela).
ResponderEliminarcierto todo lo que dices. Pero objetivar la heteronomía, incluso en literatura, exigiría objetivar el sistema universitario. Algo hay y valioso en la novela, por ejemplo, la explotación de los becarios. En cualquier caso, falta más: el publica o muere es fundamental. Sin duda, la novela es antiSoldados de salamina o Mala gente que camina. Es una novela profunda y con tesis y por eso puse aquí el comentario. El debate sobre la guerra lo llevan los historiadores y los literatos. Un día tocará a los filósofos. El comentario de Ale es básico y esperamos que lo ponga aquí para discutirlo.
ResponderEliminar