José Luis Moreno Pestaña (1970) es profesor de
Filosofía de la Universidad
de Cádiz y uno de los investigadores más interesantes del panorama filosófico
español. Ha trabajado en diversos frentes y ha publicado múltiples escritos que
los han plasmado de manera clara y rigurosa. Entre sus libros destacan los
estudios renovadores dedicados a Foucault y su obra (Convirtiéndose en Foucault.
Sociogénesis de un filósofo y
Foucault y la política). Otros los ha dedicado a la
sociología y a la filosofía, entendida esta relación de manera diversa y
sugerente. Podemos referirnos a un trabajo de campo sobre la anorexia y la
bulimia: Moral corporal, trastornos y alimentarios y clase social. Pero
también a trabajos que completan el libro que comentamos como Filosofía y
sociología en Jesús Ibáñez o la introducción (junto a Francisco
Vázquez García) de Pierre Bourdieu y la filosofía.
Este libro hay que entenderlo en el contexto del
proyecto filosófico de Moreno Pestaña, en parte compartido por el citado
Francisco Vázquez García. Digo esto en dos sentidos precisos. El primero porque
el libro que nos ocupa, completa el libro que el citado Francisco Vázquez
García escribió el año 2009 sobre La filosofía española. Herederos y
pretendientes. Una lectura sociológica (1963-1990). Digo complementar con
ciertas reservas, ya que son dos libros independientes que no responden a un
plan común, aunque sí a una metodología afín , fruto de un diálogo fructífero
entre ambos. El segundo sentido lo entendemos con la hipótesis central de este
libro: Ortega y Gasset formula un proyecto filosófico interesante que todavía
hoy queda pendiente. Este proyecto responde a un modelo de filosofía abierta a
las ciencias sociales que se contrapone al modelo cerrado de filosofía canónica
que se constituye en norma en los años 50. Los tres debates que articulan el
desarrollo del libro clarifican como se constituye esta norma de filosofía
canónica en torno a la crítica a Ortega Gasset y como aparecerá su transgresión
en el debate entre Manuel Sacristán y Gustavo Bueno.
El primer debate
es sobre el tema de las generaciones, una de las problemáticas abiertas por
Ortega en su análisis de la historia. Intervienen básicamente los seguidores
directos de Ortega, representados por Julián Marías, y los de Zubiri, a través
de Pedro Laín Entralgo. El tema de las generaciones plantea cuestiones como la
vinculación entre un aspecto biológico, otro político y otro relacionado con
los repertorios de creencias y de proyectos comunes. A nivel político, por
ejemplo, las generaciones pueden dividirse entre los que accederán al poder
(30-45 años) lo que están en el poder ( 45-60 ) y los que lo han dejado ( a
partir de los 60). Ortega planteará una medida de 15 años, por tanto, para
definir las generaciones, entendida como sucesión de grupos humanos. Lo
enriquecerá con unas diferencias horizontales entre las zonas centrales y
periféricas de cada generación. Lo que pretendía Ortega con esta hipótesis era
armar conceptualmente, desde la filosofía, a la ciencia histórica. En realidad
la misma noción de generación sirve para entender este debate entre Marías y
Laín, que forman parte de la misma cultura (utilizo aquí un término que
curiosamente está ausente en Ortega y en libro). Porque solo, como bien nos
enseña Moreno Pestaña, compartiendo un terreno común es posible el diálogo. Si
no hay una cierta reciprocidad no es posible entender los argumentos del otro.
En realidad, apunto yo, esto es el diálogo. Dos lógicas diferentes pero que
implican la escucha del otro.
El segundo debate es el de la batalla entre
orteguianos y no orteguianos y la victoria de los segundos, que impondrán su
norma canónica a la filosofía posterior. ¿Cuál es el debate ? El de la propia
definición y la valoración del filósofo. ¿Quién es el filósofo? ¿Cómo
evaluarlo? Son necesarios criterios que diferencien el que es un filósofo del que
no lo es y del que es un buen o un mal filósofo. Ortega plantea,
contradictoriamente, un modelo de filósofo que él mismo no acabará de asumir.
Para él el modelo es una filosofía abierta, antisistemática, abierta la ciencia histórica. El adentro de la filosofía
solo puede entenderse desde el afuera. La filosofía académica ha acabado porque
no podemos encerrarnos en los textos filosóficos si queremos que la filosofía
nos ayude a entender el mundo. Ortega, a pesar de sí mismo, estaba empeñado en
ofrecer una filosofía sistemática. Este es su papel transitorio, ya no acaba de
llevarlo a sus últimas consecuencias. Esto explica que sus alumnos más fieles (
como Julián Marías) esperaran que
publicara su obra sistemática. Se trataba de ir a los textos desde el contexto
y éste era tanto el biográfico como el histórico. Pero se perdió la
batalla ganó la filosofía canónica y lo
hizo a través del tomismo.
El tercer debate es paradójico. Es un debate que
no se dio y que además se planteaba entre dos representantes de la transgresión
a la norma. Se trata del texto de Manuel Sacristán “Sobre el lugar de la
filosofía en los estudios superiores” y la respuesta de Gustavo Bueno.
Sacristán, ignoramos porqué, no le contestó. En realidad, plantea Moreno
Pestaña, eran demasiado próximos y planteaban los dos una ruptura con la norma
y una recuperación del proyecto de filosofía abierta, ligado a las ciencias
sociales, de Ortega. Sacristán radicaliza a Ortega: estamos al final de la
filosofía académica. Hubiera estado bien que contestara a Bueno porque este
final de la filosofía académica no implica necesariamente la eliminación de
ésta. Lo que se acaba es la filosofía cerrada en sí misma, no necesariamente la
filosofía como especialidad, que defiende Bueno.
Lo más interesante
es saber lo que ha ocurrido desde entonces. Tenemos el libro citado de Vázquez
García y otro trabajo pendiente desde 1990 hasta la actualidad. Pero Moreno
Pestaña nos adelante sus conclusiones y vale la pena comentarlas por su sentido
crítico. Lo que ha ocurrido ha sido un penoso malentendido. Se ha considerado
que la filosofía durante el franquismo fue pobre y dogmática y que con el
postfranquismo surgió una filosofía renovadora y crítica. Nada más lejos de la
realidad porque el debate no era éste. El debate era entre una filosofía
cerrada y una filosofía abierta. La filosofía cerrada es la canónica, que es la
que se alimenta de sus propios textos. Hemos vivido múltiples ejemplos de
escolásticas seguidoras del último autor de moda : Foucault, Deleuze,
Wittgenstein,
Popper... Y quizás sean escolásticas peores, menos elaboradas, más arbitrarias
que las de los tomistas. Hay que preguntarse también si no es esta filosofía
canónica la que domina las Universidades todavía hoy. Pero la filosofía
académica no es necesariamente una filosofía canónica, sistemática y cerrada,
apunta Moreno Pestaña: hay que darle su valor. No podemos hablar, añado yo,
dicotomías absolutas. Hay ejemplos pobres de filosofía abierta y los hay de
filosofía cerrada. Un ejemplo de esto último, para mí, sería Felipe Martinez
Marzoa.
Hay una ética de
la veracidad del trabajo intelectual que me parece admirable en Moreno Pestaña.
Queda entonces pendiente este proyecto fallido que apuntó Ortega. Que
continuaron gente como Sacristán y como Bueno. Y que algunos, como José Luis
Moreno Pestaña y Francisco Vázquez García, continúan con dignidad. Trabajo muy
fecundo, en la línea de Pierre Bourdieu o de Randall Collins, de un encuentro
fructífero entre la filosofía y la sociología.
Muchas más cosas podrían decirse sobre el libro,
como su ejemplaridad metodológica en la descripción de las trayectorias de los
filósofos citados. Trabajo paciente de lectura de documentos, de elaboración de
entrevistas y sobre todo de reflexión consistente. Un libro de una gran densidad
que nos permite entender también los efectos de la Guerra Civil en
diferentes grupos de pensadores: a unos les cerró el camino y a otros de lo
facilitó. Igualmente me parece muy sugerente sus alusiones a la Iglesia y al Partido
Comunista como instituciones totales.
Quiero acabar con
una nota irónica que muestra los tópicos que denuncia Moreno Pestaña: el
convencional y canónico filósofo Sergio Rábade nos da la misma definición de
filosofía que el vanguardista Gilles Deleuze: la filosofía es creación de
conceptos.
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