¿Cómo medir la creatividad intelectual? Este complejo problema ocupó una entrada anterior de este blog. Los parámetros son tres: uno, la capacidad de saltar más allá del círculo de próximos, en segundo lugar, la potencia para perdurar en el tiempo (ser más que simple reputación de época) y, en tercer lugar, la influencia en campos múltiples del pensamiento. Veamos un ejemplo.
La estructura del comportamiento es la primera obra de Merleau-Ponty. Se nos describe la formación de la experiencia humana a través de un recorrido por el orden físico y el orden biológico. Cada orden recoge y reformula el precedente según el principio de la finalidad del organismo (el orden biológico respecto al físico), o de la libertad del individuo (el orden psíquico respecto al biológico) dentro de relaciones sociales concretas. Integrarlos no significa anularlos: el orden biológico reposa sobre nuestros componentes físico-químicos y, si faltase estos, el organismo se desmoronaría. Si la base biológica del organismo se daña, la acción psíquica y social pierde su capacidad de creación. La enfermedad muestra esto muy bien: cada fallo en uno de los componentes estructurales del organismo disminuye la capacidad de acción del sujeto.
La obra parte de una descripción de los datos físicos y biológicos producidos experimentalmente por las ciencias, fundamentalmente por la neurofisiología de Koffka, Goldstein, el conductismo de Pavlov, o el naciente comportamentalismo americano. Merleau-Ponty termina proponiendo una antropología compleja basada en el cuerpo.
Dos son las consecuencias teóricas de La estructura del comportamiento: no hay concepto ni teoría que pueda producirse al margen de la discusión de los datos científicos. Por otra parte, los mejores científicos pueden ser pésimos teóricos y falsear lo que constatan de hecho por medio de marcos analíticos errados (por ejemplo, cuando se quiere explicar por medio de relaciones causa-efecto físicas el mundo social o antropológico)
La filosofía de este libro se impone a sí misma no ser más que la conciencia reflexiva de las ciencias empíricas. Por lo demás, la sociología sigue necesitando afirmar o no su originalidad leyendo los datos de otras ciencias (véase por ejemplo los desarrollos de Randall Collins) y en eso el ejemplo de Merleau-Ponty y su discusión —con vistas a producir una antropología empíricamente consistente— de las ciencias físicas, biológicas y psicológicas es modélico.
Hay al menos tres grandes consecuencias de este libro en el campo de la sociología y ñas ciencias humanas: en primer lugar, el nacimiento de la sociología del habitus, que influenciará no sólo la sociología de Pierre Bourdieu, sino también la sociología, que en diálogo con Merleau-Ponty, se desarrollaba en el círculo de Xavier Zubiri (Pedro Laín y su teoría de las generaciones, Javier Conde, Enrique Gómez Arboleya, José Luis López Aranguren). Sin este desarrollo paralelo entre España y Francia de la teoría del hábitus en sociología, que se explica por la similitud (resultado de formaciones comunes) entre el pensamiento de Zubiri y Merleau-Ponty, no se comprende la parte del aire de familia teórico que permite la conexión de Aron y Bourdieu y Passeron con España a través de José Luis López Aranguren (en la temprana fecha de 1963-1964). La introducción podría poner de relieve cómo una cierta actitud filosófica un estímulo innegable de las vocaciones sociológicas, que además se producen en paralelo entre España y Francia. En segundo lugar, el uso creciente del cuerpo en la teoría social (feminista, fenomenológica...) tiene en esta obra (de mejor lectura que la muy compleja Fenomenología de la percepción) un referente clásico. En tercer lugar, y saliendo del campo estricto de la sociología, pero con evidente influencia en él, Merleau-Ponty sigue reivindicándose en el debate sobre las ciencias cognitivas, en concreto para fundamentar lo que se denomina posiciones post-cognitivistas. Hay una amplísima y actual literatura al respecto.
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