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miércoles, 9 de noviembre de 2011

El género biográfico según F. Dosse

Reproduzco un fragmento del capítulo "El William Morris de E.P. Thompson" de Clio frente al espejo. Un socioanálisis de E.P. Thompson, en el cual utilizo la clasificación que propone F. Dosse para comprender él estudio biográfico que realiza Thompson de William Morris.


6.3- La toma de posición retórica: el género biográfico.
William Morris puede considerarse como una obra biográfica. Esta forma de encarar el estudio del personaje implica una toma de posición retórica con implicaciones de carácter teórico y metodológico. Thompson aborda el estudio de una extensa documentación, la organiza y crítica en función de una serie de supuestos e hipótesis y ofrece un relato, una estructura narrativa disciplinada y plausible. Si comparamos la elaboración y exposición del William Morris con otros trabajos historiográficos de Thompson, es posible atisbar en ésta su primera gran obra, elementos de lo que puede denominarse, no sin cierta violencia, como “estilo retórico thompsoniano”.
El volumen de documentación que maneja Thompson a lo largo de las más de 800 páginas que constituyen el William Morris resulta impresionante. La apertura de facetas enteras de la vida del personaje, como por ejemplo su etapa de militancia en la Liga Socialista, se deben prácticamente al esfuerzo de investigación de Thompson. Documentos oficiales, cartas personales, conferencias, prensa, documentación aportada por otros autores, amén de la extensa producción de Morris en la que se dan cita textos en prosa, poemas, reflexiones sobre arte, estudios históricos, análisis político, etc. constituyen el formidable conjunto de fuentes primarias desde las que Thompson va a construir, argumentar y polemizar en torno a la figura del personaje. La meticulosidad empírica, el rastreo minucioso y la sistemática organización de las fuentes puede considerarse como una marca característica de la historiografía marxista británica. Esta predisposición a una meticulosidad empírica constituye, de aquí en adelante, una seña de identidad del trabajo historiográfico de Thompson. Volveremos sobre el problema de las fuentes a la hora de abordar el tratamiento que de las mismas realiza nuestro autor. Porque una cuestión previa debe ser -al menos desde una concepción constructivista- de qué supuestos retóricos a priori parte Thompson; supuestos que determinan, no ya el tratamiento y articulación, sino incluso la elección de la documentación pertinente o la preeminencia que se otorga a unas fuentes sobre otras. Estos supuestos llevan implícitas tomas de posición, producto de la interacción del habitus con las posibilidades estratégicas que abre ese particular género que constituye la biografía.

a) El campo de posibles
El género biográfico goza de rancio abolengo. Práctica impura, disciplinariamente hablando, su evolución se ha nutrido de los cambios en la forma de practicar, especialmente, la literatura y la historia –si bien en el siglo XX, las aportaciones de disciplinas como la psicología y la sociología desempeñan un papel importante. Frente a una presentación estrictamente cronológica de la evolución del género, F. Dosse privilegia un enfoque formal por el que distingue tres tipos de biografías: la heroica, la modal y la hermenéutica (DOSSE, 2007: 17). Si bien es cierto que cada una de estas variantes domina en un momento dado en la evolución del género, no lo es menos que al adoptar un enfoque cronológico, se observa como los tres tipos de tratamientos se combinan en el curso de un mismo periodo.
La forma heroica se corresponde con aquellas variantes biográficas que pretenden reflejar en el relato, no sólo “la vida” de un personaje, sino una “manera de vivir” (DOSSE, 2007: 103). Próxima a la filosofía y diferenciada en sus orígenes clásicos de la historiografía, esta forma biográfica se caracteriza por su dimensión inequívocamente moral, al elevar un juicio sobre las actitudes del biografiado con el fin de transmitir una serie de valores edificantes. Dosse distingue varias especies dentro de esta modalidad: la biografía clásica (donde se retratan a personajes representativos, especialmente ligados a la magistratura), la hagiografía (donde se pretende representar vidas ejemplares acordes al ideal cristiano), la heroica (con raíces en la mitología griega y profusamente desarrollada durante el periodo feudal), la de los grandes hombres (en la que el héroe –guerrero vencedor en el campo de batalla- da paso a un personaje cuya grandeza se la otorga “el don de sus obras”) y la del artista (que, según Bourdieu, alcanzaría su expresión paradigmática en el romanticismo y la figura del genio creador)1.
La segunda forma, la modal, se corresponde con un tipo de relato biográfico en el que la vida del personaje tiene valor, no en sí misma, sino como indicativa de un determinado orden social o simbólico (DOSSE, 2007: 183). Resulta especialmente interesante cómo vincula Dosse la eclosión y auge de esta variante con la institucionalización de la historia (primer paso hacia su profesionalización) en el siglo XIX- de manera que la biografía pasaba a ser dominio de amateurs- y con el impulso de las ciencias sociales a finales del XIX y comienzos del XX. Las biografías que aún así se escriben bajo el manto de esta tendencia aspiran en consecuencia a mostrar, a través de la vida del personaje, las fuerzas anónimas que actúan sobre los individuos, los hechos colectivos que, más allá de las intenciones de los actores, conforman el escenario en el que estos llegan a ser la particularidad que son. La biografía social pretende ilustrar “un contexto, un momento, una categoría social” (DOSSE, 2007: 205).
El historiador francés identifica una tercera forma biográfica a la que denomina hermeneútica (DOSSE, 2007: 221). En relación a la biografía modal se trata de un verdadero retorno al sujeto que pretende asir la singularidad del personaje, dando entrada para ello a disciplinas como la sociología, antropología y psicología; materias que matizan la dependencia del género respecto a la literatura a la par que ponen en liza un ejercicio de reflexión sobre la subjetividad y los procesos de subjetivación. La forma hermeneútica admite múltiples variables según el ángulo desde el que ensaya este asalto a la singularidad del sujeto. Dosse distingue dos especies dentro de esta variante que se diferencian por una concepción, podríamos decir, opuesta de la subjetividad. La primera, bien representada por la biografía existencial de Sartre en su obra cumbre sobre Flaubert, aspira a comprender desde la filosofía del sujeto del humanismo existencialista esa singularidad del autor, rescatando la unidad irreductible que representa la persona biografiada. Sartre encuentra esta unidad en la particular mediación entre las estructuras sociales – que, a través de un ejercicio de psicología social vincula a las experiencias familiares de la infancia de Flaubert- y el trabajo creativo del escritor; mediación, en definitiva, que permite explicar como éste “llegó a ser lo que fue” (how a writer comes to be what he is) (BOURDIEU, 2004: 160-161)2. La segunda modalidad, en cambio, parece diluir la unicidad de ese sujeto en una multiplicidad de formaciones discursivas –es el caso de los biografemas de Barthes (DOSSE, 2007: 307)- o de regímenes de historicidad –como en la hermeneútica de Ricoeur (DOSSE, 2007: 355-357). Por su parte, Bourdieu no duda en situar en el origen de la novela moderna (de Joyce a Faulkner) la ruptura con la convención literaria que identifica el discurrir de una vida con una secuencia orientada de acontecimientos; es decir, como un recorrido, un itinerario orientado y dotado de un sentido cronológico y lógico (BOURDIEU, 2002: 74-83). La ruptura con esta convención puede relacionarse con un cuestionamiento de orden filosófico: la sospecha de que la vida (o la historia) no está intrínsecamente dotada de un sentido racional. Lo real, concebido como una yuxtaposición de elementos discontinuos, requiere una nueva expresión literaria que rompa con la ilusión biográfica que presenta una vida bajo una concepción unitaria, como una serie única y suficiente en sí de acontecimientos sucesivos sin más vínculo que la asociación a una subjetividad que Bourdieu identifica, en el sentido más primario, con ese “designador fijo” que es el nombre propio.
El William Morris de Thompson se aleja de esta última concepción del género biográfico. Lo que Thompson nos ofrece es una narración articulada según una secuencia cronológica y orientada por el sentido que el autor imputa a la historia vital del personaje. Sin embargo, sí es posible encontrar elementos característicos de las otras modalidades esbozadas por Dosse, si bien con diferente acento. Por ejemplo, no hay duda de que las dos versiones de la obra poseen un contenido moral, y evidentemente político. Morris se presenta como un caso ejemplar del cual es posible extraer criterios de orientación práctica para el mundo que al lector le toca vivir. Mas no sólo se trata de una forma de vida que merece ser evocada por su ejemplaridad. El periplo de Morris desde el romanticismo al socialismo esta narrado como si de una travesía épica se tratara, en la cual Morris desempeña el papel de héroe. Un héroe en la batalla por el socialismo, pero también un gran hombre en virtud de su catadura moral, de sus dotes como artista y escritor, de su sagacidad como intelectual. Ahora bien, el relato de Thompson se aleja de la factura de las biografías eruditas tan denostadas desde comienzos del siglo XX. No se trata aquí de narrar una hazaña con todo lujo de detalles mediante una simple acumulación de hechos discretos. Situado en la estela de una historiografía marxista que había hecho de la historia social su bandera frente a la historia tradicional, Thompson aspira en todo momento a situar la particularidad del personaje en un trasfondo social, intelectual y político que, lejos de constituir un mero producto de la voluntad del héroe, constriñe y orienta su acción. No se trata sin embargo de usar a Morris como “pretexto” para acceder a una realidad ulterior, de considerarlo como un mero indicativo de una formación colectiva. Thompson se esfuerza por entender precisamente lo que de singular tiene el personaje y las propuestas que éste acierta a ensayar; singularidad, que lejos de desembocar en la disolución del sujeto propia de la novela moderna, se identifica con la particular experiencia vivida –que no es sino resultado de la medicación entre contexto social y libertad individual- de ese “designador fijo” que es William Morris3.
¿Qué determina estas elecciones retóricas de Thompson? Nuevamente debemos acudir a la dialéctica entre las disposiciones del habitus y el contexto al que se enfrenta nuestro autor. Optar por el género biográfico como carta de presentación en el mundo académico no deja de ser una apuesta arriesgada si nos situamos, como es el caso, en pleno proceso de transición hacia la hegemonía de la historia social. Apuesta arriesgada que cabe relacionar con la posición de clase que ocupa el propio Thompson y que hereda vía familiar. Descendiente de una aristocracia intelectual que debe el éxito intelectual más a la herencia familiar que a la propia institución escolar, las apuestas intelectuales de esta elite adquieren formas más arriesgadas y desafían la seguridad que ofrece el actuar conforme a la norma que rige el entorno escolar en cuestión (BOURDIEU j PASSERON, 2003: 31). Una biografía sobre Morris se presenta como una elección hasta cierto punto exótica, que parece responder más al puro placer intelectual que a la norma de la historiografía marxista en la que nuestro autor se reivindica4. Por otro lado, resulta difícil no apreciar el papel que desempeñan las disposiciones primarias y las experiencias políticas vividas hasta la fecha. Lejos de la biografía que diluye al sujeto al admitir la problematicidad del sentido (racional) de la vida, Thompson actúa desde la predisposición a construir un relato con sentido lógico y cronológico. Su propia trayectoria política atestigua que la implicación en los lances mundanos tiene una causa (o una Causa) y que este leiv motiv dota de sentido a la propia autobiografía. Por otro lado, no cabe duda de que los recursos artísitico-poéticos incorporados junto con la experiencia de la guerra y de los Frentes Populares, anima a concebir el periplo vital del personaje en términos de gesta heroica, como el resultado de una constante lucha contra las adversidades y contra uno mismo; lucha de la que emerge un personaje más complejo, más completo. La búsqueda de la singularidad de Morris –aun situada en un trasfondo político e intelectual colectivo, guiño deudor de la cultura marxista en la que el autor se está formando- también se inscribe en las disposiciones del habitus. Tanto el profetismo como el capital artístico incorporado tienden a percibir la vida de Morris, no como índice de una serie anónima, sino como un proyecto vital irreductible a otras singularidades.
Dicho esto, salta a la vista que no interpretamos la elección del género biográfico por parte de Thompson como mero efecto del zeitgeist, de la atmósfera intelectual de los años 50 dominada, en este caso, por diferentes variantes del existencialismo. Considerar la obra de Thompson como un producto “acorde a los tiempos” no sólo nos expone a minusvalorar lo arriesgado de la apuesta –y oscurecer, en consecuencia, las determinaciones de clase que operan para el caso. También corremos el peligro de deformar las particularidades del mundo intelectual a partir de categorías holísticas que, sin embargo, fueron forjadas para contextos muy determinados. Cuando afirmamos que en el Morris de Thompson domina una forma biográfica que aspira a comprender la singularidad del autor rescatando su unidad irreductible, no queremos decir que la obra deba entenderse como una variante de la biografía existencialista. El camino que lleva a Thompson a escribir el William Morris transita alejado de un existencialismo con escaso eco en el ámbito británico: la biografía de Morris tiene su raíz, no sólo en la posición de clase que ocupa Thompson en el espacio intelectual, sino en el tipo de capital con el que cuenta el autor (especialmente literario, pero también historiográfico y marxista), en las experiencias vividas (la guerra y la militancia comunista) y en las relaciones de fuerzas del campo político e intelectual en la que éste se ubica.


1 Esta última variante resulta especialmente relevante para nuestro estudio. La biografía como reconstrucción de toda la historia personal del artista en un proyecto puramente estético está relacionada con la autonomización del campo artístico y la elevación del crédito simbólico de los productores intelectuales, siendo en época romántica cuando la propia vida del artista –concebida como obra de arte- se constituye en objeto literario. Especialmente los escritores, apelan a una lectura biográfica de su creación y entienden la relación entre la obra y el público como una especie de comunión que vincula al creador y al lector. Se establece así una relación encantada entre el autor y su obra que, a juicio del sociólogo francés, ha contribuido a conformar la representación que, aún hoy, los intelectuales tienen del mundo y de su posición en él (BOURDIEU, 2005: 24-26).
2 En esta misma especie de forma biográfica, incluye Dosse a propuestas tan diversas como las biografías de vida y la microhistoria. Desarrollar el argumento de Dosse al respecto desbordaría los límites de este apartado.
3 Se adelanta así una pieza teórica clave en la propuesta thompsoniana sobre la formación de clase: la experiencia vivida como instancia que media entre la estructura y la acción social.
4 Sin duda, esta disposición rupturista debe situarse en su justo contexto. No debemos olvidar que los integrantes de la tradición marxista británica se acercaron a la historia y a una determinada concepción del marxismo merced a sus tempranas inquietudes literarias. De aquí que la apuesta por una biografía de un reputado escritor y militante socialista, aun siendo arriesgada, no resulte una excentricidad del todo descabellada.

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