El texto que nos ocupa hoy se integra en el conjunto de textos que componen este libro que acaba de ser publicado en lengua española. Publicado por primera vez en francés en 1991, El razonamiento sociológico, propone un conjunto de respuestas a una pregunta general que podría resumirse del siguiente modo: ¿qué significa hacer prueba en una ciencia histórica como es la sociología?, o dicho de otro modo, cómo razonan los sociólogos cuando afirman o niegan algo. Como un método de prueba más, a disposición de los investigadores en las ciencias sociales, el método biográfico centra el interés de Passeron en este capítulo que voy a presentar.
Lo primero que cabe destacar, es algo en lo que Passeron insiste de una manera explícita al principio del texto y que permanece constante en su argumentación a lo largo del mismo. Para Passeron, podemos acordar que el método biográfico ofrece, o puede ofrecer, datos pertinentes del fenómeno que nos proponemos estudiar y sobre el que tenemos la necesaria ambición de concluir algo relevante, aunque sólo sea minimamente. Pero para validar la fuente del relato biográfico o autobiográfico, conviene darse algunas pautas de exigencia científica que nos protejan del peligro de concederle un poder de interpretación excesivo. Si nos ponemos de acuerdo, como señala Passeron, en que las descripciones que proporciona el método biográfico se presentan de un modo extremadamente inteligible, en tanto que son más “parlantes” y menos fragmentadas que, por ejemplo, las que nos proporcionan las técnicas estadísticas, también deberemos asumir la necesidad de ofrecer explicaciones e interpretaciones que estén a la altura de dicha riqueza narrativa. En otras palabras, podría decirse que la descripción no sustituye a la explicación, sino que cuanto mejor es la primera, más necesitamos de la segunda.
Esta reflexión teórica y epistemológica sobre el método biográfico surge en Passeron, de la práctica misma de la investigación y de la observación de los diferentes usos que la sociología o la antropología han hecho y continúan haciendo de él. De este modo, establece dos polos desde los que se puede definir de una forma sintética los procedimientos mediante los que se aplica este método y que tienen su origen en dos sensibilidades respecto al devenir de los acontecimientos, al tiempo.
El primer polo es el del relato biográfico en estado puro (La utopía biográfica). Esta posición es fácilmente reconocible en un buen número de trabajos que se denominan “estudios de caso”, en los que a través de una o varias historias de vida, se ofrece bajo la etiqueta de “investigación sociológica” un relato de un cierto valor literario por su riqueza descriptiva, pero con un escaso valor demostrativo. Pienso aquí en los resultados de las investigaciones etnográficas tan de moda en la actualidad, en una parte de la sociología francesa, al menos, en la que yo he podido conocer. En estos casos, el trabajo del etnógrafo con tendencia a contarlo todo, hasta el más mínimo detalle, corre el riesgo de perder de vista, como nos recuerda Passeron, los problemas teóricos que plantean la selección de los rasgos pertinentes de la descripción.
En el segundo polo, se encuentran aquellos que se interesan por una realidad que pueda ser descrita en el marco de una estructura realista y que permita un análisis longitudinal de los fenómenos. En este modelo o estilo de descripción, los individuos, nos dice Passeron, pueden perder su identidad a través del tiempo. De hecho, los trazos pertinentes para la descripción que interesan a este modelo, se encuentran más a menudo bajo la forma de unidades estadísticas y por lo tanto intercambiables entre sí, que bajo la forma de individualidades biográficas.
Llegados a este punto, y una vez presentadas las ventajas y los riesgos del método biográfico, Passeron discute la capacidad probatoria que se concede al método biográfico y a los datos que él produce cuando se utilizan de manera poco controlada, en dos conceptos centrales de dos importantes corrientes teóricas en sociología: la primera, la de trayectoria estrechamente ligada a la escuela de Bourdieu. La segunda, la de carrera, desarrollada por la sociología interaccionista de la Escuela de Chicago.
Empezaré por la segunda.
La noción de carrera integra el tiempo biográfico y sus cambios según un modelo secuencial y jerarquizado. La carrera designa la sucesión ordenada de pasos de una posición a otra en un sistema dado, bien se trate de un sistema profesional para los trabajadores o del sistema de salud para los enfermos. En este sentido, la carrera supone el reconocimiento de esta evolución por una autoridad competente. En suma, el concepto de carrera, nos informa de la movilidad en el interior de un espacio dado de referencia, estructurado por lógicas propias que definen el acceso a las diferentes posiciones en su interior. Por último, la noción de carrera integra, como recuerda Howard Becker tanto los hechos objetivos de la estructura social, como los cambios en las perspectivas, las motivaciones y los deseos de los individuos. Según esto, en la carrera (de un enfermo, de un delincuente o de un obrero de la construcción), se encontraría el producto cruzado de una decisión subjetiva y de la objetividad de una coacción inscrita en el curso previsto de un itinerario.
El segundo concepto, el de trayectoria, supone un camino (un recorrido) predeterminado cuyo rumbo es mantenido por una fuerza (que puede ser la del habitus) que se actualiza a lo largo del tiempo y de la que resulta difícil sustraerse. En este esquema, el análisis de los datos biográficos está restringido al marco de una estructura de reproducción y a su relación con los acontecimientos. Passeron duda en este punto de la validez (al menos en todos los casos) de este modelo y plantea la hipótesis de que Bourdieu se sirvió del recuerdo del modelo matemático mediante el cual Leibniz explicaba de qué modo la pendiente de una curva (su fórmula matemática) se encontraba en cada punto matemático de la misma. Así, escribe Passeron: “¿quién creerá que un individuo, o incluso un organismo vivo, sea una cosa tan simple o tan dócil que pueda actualizar un habitus inherente a lo largo de su trayectoria, del mismo modo que un punto actualiza a lo largo de la curva la función matemática que define la curva? Demasiado bonito para el tejido del que están hechas las cosas sociales”.
Pero la noción de trayectoria que utiliza Bourdieu se encuentra con un problema cuando se le presentan informaciones producidas en un relato biográfico. Para que funcione a la manera de la curva de Leibniz, necesita que el relato tenga continuidad. Bourdieu intenta salvar el obstáculo en el conocido artículo titulado “La ilusión biográfica” donde critica la manera ficticia en la que un individuo representa la continuidad de su persona. Esta continuidad se distinguiría del habitus, entendido como una continuidad diferente, esta vez reconstruida por el sociólogo, a partir de propiedades objetivables. Al riesgo de la pérdida de identidad de los individuos a lo largo del análisis longitudinal propuesto por Bourdieu, Passeron propone un análisis de flujos que tiene en cuenta a los individuos en la medida en que pueden ser intercambiados según determinadas condiciones.
La duda se situa en que método se elige para la gestión de la prueba, de los datos, pero no sobre la naturaleza de los datos. La cuestión dirá Passeron, es qué se hace con ellos.
Cuando se plantea esta cuestión, que es la que recorre la preocupación de Passeron de principio a fin del texto, un último riesgo es el que supone la mera movilización de los conceptos pero no las exigencias científicas que los hacen realmente fértiles.
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